¿Qué es lo que motiva a un actor a hacer teatro? Es probablemente una pregunta que más de uno se ha hecho.
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Y es que el trayecto, o más bien el proceso de un actor o actriz parece estar todo menos acabado, prueba de ello es esta puesta en escena donde se conjugan los sinsabores de la vida humana y los tropiezos con el único deseo de subir al escenario nuevamente o por primera vez.
Leo es un director que recién ha conseguido su primer estímulo para una puesta en escena, la obra “En tele de juicio” pretende ser ese texto rescatado de un concebido genio que dejó esta obra “para después”, lo que literalmente Leo experimenta es un “la basura de unos es el tesoro de otros” y no permitirá que nada intervenga con su primer acercamiento a las glorias de la dirección.
Sara, una mujer triste que dedicó los últimos 8 años de su vida a guardar rencor y enseñar teatro en escuelas, finalmente ve en Leo una oportunidad de volver a pararse en el escenario para darle una segunda oportunidad a lo que tanto anhelaba desde joven, el “pinche teatro”.
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Sara y Leo comparten escenario con Fran y Roberto, las dos caras de la moneda de la actuación, por un lado el profesional que ha tenido papeles relevantes al lado de estrellas reconocidas y por el otro, el novicio recién egresado cuya energía y pasión es movida por esa palabra que se suele olvidar con el paso de los años y las circunstancias: la vocación.
El Proceso habla sobre los altibajos de una vida dedicada al arte vista desde perspectivas humanas que han podido experimentar las mieles y las amarguras de una vida llena de vuelcos, como de hecho ocurre en la realidad.
En este espacio convergen el rencor, los sueños, el narcisismo y la manipulación para demostrar, de forma tangible y laxa, que el rencor perdona, el egoísmo se disculpa, la bondad manipula y la ingenuidad también se revela y pone límites.
Y es que la historia no puede describirse en términos de trama porque no existe más que interacción humana que habla desde el deseo y la herida y es cuando uno como espectador puede ser capaz de comprender (o no) el proceso que está detrás de cada puesta en escena, detrás de cada humano buscando encarnar a su personaje.
Desde mi punto de vista la historia tiene cosas rescatables, sin embargo, considero que fue un poco más larga de lo adecuado, pues por el dinamismo de los personajes y la construcción de la trama, se prestaba para que El Proceso fuera una historia contada en poco tiempo sin perder importancia.
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Por parte de la actuación, los actores y la actriz pudieron encarnar a sus personajes sin ningún problema, lo cual hacía que fuera más sencillo entender su contexto y sus personalidades, pues no parecían estar del todo separados; me costó trabajo ver a los actores y la actriz separados de sus personajes al finalizar la obra.
Sin duda es una obra que le va a significar mucho más a todas las personas quienes alguna vez soñaron o tuvieron la oportunidad de hacer teatro, sin embargo, para aquellos a quienes este arte les es ajeno, podría parecerles poco trascendental sin posibilidad de conexión.