El 19 de septiembre marcó en dos ocasiones la capital del país; primero en 1985 con un sismo de intensidad de 8.1 en la escala de Richter; y en el 2017 se repitió la historia con un movimiento de intensidad de 7.1. En ambos episodios, la sociedad mexicana cambió el júbilo de los festejos de su independencia por dolor, tristeza y un espíritu de hermandad; pero este último se fue diluyendo con el paso del tiempo.

En el llamado “Terremoto del 85”, los mexicanos olvidaron las clases sociales; se observaban sobre los escombros de los edificios colapsados a obreros, oficinistas, madres de familia, empresarios, artistas y estudiantes; todos con el ánimo de encontrar sobrevivientes, de salvar al amigo, al hermano, a la madre, a la abuela, al hijo, al compañero. Ahí no importaba el tono de su piel, su extracto social, si era hijo de alguien importante o su orientación sexual; en ese momento lo importante era la vida del prójimo.

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Los días posteriores se mostraban dos escenarios; uno lleno de dolor por las personas que en cuestión de minutos habían perdido la vida; la desesperación de miles de personas que recorrían hospitales con la esperanza de que ahí se encontrara su familiar; el rostro de cansancio de aquellos que dormían en la calle por temor a las réplicas; y el shock de ver cómo muchos de los edificios más emblemáticos de la Ciudad de México habías sido reducidos a escombros.

Por otro lado, existía un escenario más alentador, el de la unión. Quienes tenían la posibilidad de dar albergue abrieron sus casas para recibir a los damnificados; comercios y familias abrieron sus despensas para dar alimento a los que lo habían perdido todo; jóvenes y ancianos regresaban a las zonas afectadas para recuperar los cuerpos; esto con el propósito de entregarlos a sus familiares y que pudieran llevarlos a su última morada.

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¿En qué momento se rompió la unión de los mexicanos?

Los mexicanos conocieron el poder que tienen cuando deciden unir fuerzas para un bien común; pero este poder representaba un peligro para los grupos que han utilizado la desigualdad a su favor. Fue entonces cuando se puso en marcha el plan para debilitar a la sociedad mexicana, dividirla y ponerla a pelear nuevamente entre ellos mismos.

El primer paso fue crear villanos para que recibieran todos el coraje y la impotencia de la sociedad; los políticos de la época señalaban a sus contrincantes y estos señalaban a quienes los señalaban; esto con el fin de confundir a la población para que perdiera la capacidad de exigir la ayuda y la justicia que merecían.

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Después se nos recordó una y otra vez que existían las clases sociales; esto a través de los melodramas que se presentaban en el horario estelar de la televisión mexicana. Las estrellas de televisión estaban diseñadas para que “los pobres” se identificaran con ellas; las historias tenían que reflejar sus carencias, pero siempre les daban una dosis de esperanza; aquella donde encontrarían al príncipe azul que les abrirían las puertas que su talento y educación no podían. Esto se vio reflejado en la educación de las familias, quienes veían en los hijos varones la posibilidad de aspirar a un mejor futuro; mientras que en sus hijas se le educaba para servir al hombre y no tenía derecho a pensar lo contrario.

No solo la clase política se vio amenazada, también el clero apoyó en la desintegración. Se intensificó la campaña de las religiones buenas contra las malas; los mensajes de “el que cree en un Dios diferente al tuyo está mal” se convirtió en el punto de partida de cada congregación religiosa; se intensificó la cacería de brujas contra la comunidad LGBT y se satanizó todo aquello que fuera distinto a su ideología.

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Las personas que se unieron por México no dejaron sus ideologías, seguían siendo fieles a una religión o eran ateos; eran apasionados a un equipo de futbol distinto al que apoyaba el hombre al que querían rescatar de los escombros; las mujeres utilizaban sus fuerzas para sacar los escombros y salvar a quienes querían que solo fueran amas de casa; el gay era el médico que atendía los sobrevivientes. Los mexicanos seguían siendo diversos y lo seguirían más adelante; lo distinto era que habían tomado la mano del de al lado para ser fuerte y enfrentar su presente.

2017, una historia que se repite y un México que no aprende

Tras varios años de aquel “Terremoto del 85”, la Ciudad de México volvió a sacudirse; las imágenes que las nuevas generaciones veían cada año se hicieron reales y el dolor de quienes lo vivieron 32 años atrás se hicieron presente.

Entre el terror, el dolor y el shock, la unión de los mexicanos se hacia presente nuevamente; las calles se llenaron de apoyo, las redes sociales se convirtieron en la herramienta para focalizar los puntos donde se necesitaban manos y alimento. La sociedad se unió nuevamente para salvar a los que se encontraban bajo los escombros, otra vez México mostraba su verdadera fuerza.

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Pero nuevamente se puso en marcha el plan para contrarrestar tal poder; se utilizó el desastre para que los contrincantes políticos crearan villanos a los que se debían culpar; esto mientras aún había personas aferrándose a la vida bajo los escombros.

La novela tuvo una protagonista llamada Frida Sofía, la niña que tuvo a todo el mundo sintonizando la señal de la principal televisora del país. Lo que nunca imaginaron fue que este melodrama tuvo un giro inesperado hasta para sus creadores; pues en la cadena contraria se confirmaba que dicha niña no existía; que no había registro de ella en el colegio Rébsamen.

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Los meses posteriores desdibujaron la esperanza del rostro de los mexicanos; los titulares de los medios de comunicación exponían la corrupción en los órganos reguladores en materia de construcción; se expuso que aquellos personajes que recaudaron dinero para los damnificados no fueron claros con la entrega o si realmente lo entregaron. El gobierno y la principal televisora, se enfrascaron en una disputa sobre lo ocurrido con Frida Sofía; actos que hicieron que el mexicano volviera a desconfiar de su entorno.

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¿Cómo estamos hoy los mexicanos?

Los que vivieron el 85 y los que vivimos el 2017 debemos reflexionar sobre nuestro presente; México en una división que no se había registrado en años. Las redes sociales se han convertido en una guerra campal; en ellas, la libertad de expresión y de ideas se ve violentado por grupos de choque creados con un fin; evitar que el pueblo no se una en un bien común. Entonces, ¿necesitamos un tercer terremoto para entender que la unión es lo que nos hará salir de la crisis?

Por Eridani Salazar

Me encantan los videojuegos, la música que conecte con mis emociones y cargar la pila con uno que otro chismecito.