México se ha convertido en uno de los países de América Latina donde tu identidad de género podría costarte la vida. Si bien, la capital del país ha tenido una apertura, casi casi a fuerza por los grupos políticos que vieron en la comunidad LGBT+ a un aliado en las urnas; la realidad es que, al interior de la república, siguen sin ser representados sus derechos humanos en los congresos estatales y en las dependencias de procuración de justicia.
En 2019, 117 personas de la comunidad LGBT+ fueron asesinadas en México, casi un 30 por ciento más que en 2018, según los datos presentados por el grupo de defensa Letra S. Dato que se suma a un estudio realizado en América Latina, donde se reveló que el promedio de vida de una persona trans es de 35 años, debido a que tiene una alta probabilidad de ser asesinado por su identidad de género.
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Las cifras son alarmantes, pero más aún la realidad. Para muestra los titulares de los medios locales, donde cada día se reporta la agresión o el asesinato de una persona trans; si bien, son notas con rigor periodístico, la realidad es que buscan generar morbo entre la comunidad de cibernautas, quienes no dudan en llenar la publicación de comentarios como: “Se lo merece”, “se lo buscó”, “seguro se le insinuó a un hombre de verdad”, “uno menos”, entre otros mucho más agresivos.
En México es posible morir por aceptar tu identidad de género y por amar a alguien de tu mismo sexo
A pesar de que con cada cuerpo encontrado de un miembro de la comunidad trans se han tomado las calles y los espacios públicos; las altas esferas de la política mexicana no se han pronunciado al respecto de un problema que está cobrando la vida de cientos de personas.
La única ocasión que alguien hizo mención sobre un ataque contra la comunidad trans fue Enrique Peña Nieto; esto cuando ocurrió el ataque al bar Pulse de Orlando, Florida, donde hubo 50 muertos, entre ellos 4 mexicanos. Aunque externó sus condolencias, el mensaje no tuvo impacto en las políticas públicas de su administración; en realidad lo hizo para subirse a la tendencia y ganar popularidad mediática.
En México existe la ley de identidad de género que reconoce jurídicamente la identidad de las personas trans que estipula que “la convicción personal e interna; tal como cada persona se percibe a sí misma, la cual puede corresponder o no al sexo asignado en el primigenia”. Al reconocer la identidad de género de una persona, se busca frenar la discriminación; lamentablemente, dicha ley no logró su cometido.
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La importancia de exigir justicia para la comunidad trans
Un día decides ponerte la playera de tu equipo favorito, por poner un ejemplo diremos que es del América; entonces, tú vas por la calle y un grupo de personas te agreden por “tu gusto” a ese equipo, al grado de terminar en el hospital con heridas de arma blanca, con fracturas y el rostro desfigurado.
Después de superar esa agresión, sigues fiel a lo que te gusta y decides buscar trabajo, pero te cierran las puertas; no por tu capacidad para desempeñar las tareas a realizar, sino porque le vas al América. Ante la falta de oportunidades, decides seguir siendo fiel a lo que te gusta y te apasiona, pero debes comer, debes tener un ingreso, pero ante la negativa de los empleadores terminas orillado a ejercer la prostitución.
Seguro estás pensando, no tiene nada que ver, una cosa es el equipo de futbol y otra la identidad de género. En este ejemplo son dos pasiones, una por tu equipo y en la comunidad, la pasión de ser quienes ellos quieren ser. Entonces, ¿es correcto agredir o asesinar a las personas que le van al América? la respuesta es no y tampoco a las personas que defienden sus ideales.
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Partiendo de este pequeño ejercicio, debemos reflexionar sobre la importancia de defender a la comunidad trans; de deconstruir los prejuicios de la sociedad sobre lo que es distinto, abrazar las distintas formas de amar, de vivir y de pensar; necesitamos ser empáticos con el mundo y con los seres humanos.
Recuerda, los miembros de la comunidad LGBT+ son hermanos, hijas, tías, parejas; que sienten igual que tú, que sufren igual que tú y que tienen el mismo derecho de vivir su vida como decidan; sí, de la misma manera que lo haces tú.